viernes, 11 de diciembre de 2009

Pasatiempos infantiles del Señor Caitanya

Pasatiempos infantiles del Señor Caitanya

Por Mathuresa Dasa

Las actividades aparentemente comunes del Señor Caitanya como un niño son enteramente trascen-dentales. ¿Quién diría que un niño, jugando, podría sacudir la estructura del monismo y el panteís-mo?

Cierto día, poco tiempo después de aprender a caminar, el Señor Caitanya jugaba con otros niños pequeños de la vecindad mientras Su madre, Srimati Sacidevi, Le trajo un plato lleno de arroz y dulces. Luego de pedirle que Se sentara a comer, madre Saci prosiguió con sus deberes domésticos. Pero tan pronto se alejó de su hijo, Él empezó a comer tierra en vez de la comida cariñosamente preparada. Al regresar, madre Saci quedó sorprendida viendo aquello. “¡Qué es esto!” exclamó.

Este fue uno de los pasatiempos infantiles del Señor Caitanya cuando apareció en la Tierra hace cinco mil años. Dicha actividad, oída por primera vez, difícilmente le confirmaría a alguien que el Señor Caitanya es la misma Suprema Personalidad de Dios descrita en la literatura védica. El Bha-gavad-gita afirma que, para establecer principios religiosos universales, el Señor Supremo regular-mente aparece dentro de la creación material actuando en el papel de un ser humano. Así, aunque sea el más viejo de todos, Él exhibe diversos pasatiempos infantiles maravillosos.

Pero ¿qué hay de extraordinario o divino en comer tierra? Todo niño de un año tiende a pensar que todo lo que ve es comestible. ¿Qué hay de diferente en el acto de comer tierra del Señor Caitanya? Y, ¿de qué manera esto ayuda a establecer principios religiosos universales? Volvamos, entonces, a la escena de la infancia del Señor para descubrirlo.

Cuando madre Saci le pidió que explicara Su comportamiento, el Señor respondió de un modo sor-prendentemente filosófico. “¿Por qué estás enojada?”, dijo Él. “Tú me diste tierra, entonces, ¿de qué puedo ser culpable? Arroz y dulces, o cualquier cosa comestible, no es más que una transformación de la tierra. Tú me diste tierra –y Yo comí tierra. ¿Por qué la objeción?” El Señor Caitanya dedujo que como toda comida proviene originalmente de la tierra no es más que una transformación de la tierra. Entonces, comer dulces o comer tierra, ¿cuál es la diferencia?

La respuesta infantil del Señor Caitanya parodia la filosofía monista defendida por los filósofos mayavadis, quienes sostienen que la única realidad es la existencia espiritual no-diferenciada, eterna y omnipresente, o Brahman. Como dice el slogan mayavadi: “Todo es uno”. En otras palabras, a pesar de la apariencia, tú y yo no somos individuos distintos, sino que somos uno en todos los as-pectos con el Brahman impersonal. O, para ser más claros, cada uno de nosotros es Dios –si pode-mos darnos cuenta de ello. Y este universo material –con toda su variedad– dicen ellos, es falso, una ilusión.

Comiendo tierra el Señor Caitanya llevaba a la filosofía del “todo es uno” a su conclusión lógica. “La tierra es ilusión, los dulces son ilusión”, respondía. “Entonces, ¿cuál es la diferencia entre comer tierra y comer dulces?”

Madre Saci no era ningún pandita y aún así su dura respuesta al Señor Caitanya fue suficiente para hacer añicos el subterfugio de los eruditos mayavadis. “¿Quién Te enseñó la filosofía que justifica comer tierra sucia?”, Le preguntó. “Si todo es uno, ¿por qué las personas no comen tierra sino los granos alimenticios producidos a partir de la tierra?”

Así madre Saci demostró la impracticidad de la filosofía mayavadi y expuso la visión de un Vaisna-va (Vaisnava es un devoto del Señor Vishnu, o Krishna). “Mi querido pequeño”, dijo ella, “si co-memos tierra transformada en granos, nuestro cuerpo se nutre y se vuelve fuerte. Pero si comemos tierra en su estado crudo, el cuerpo se vuelve enfermo en lugar de saludable, y acaba destruyéndo-se”.

“En un pote de barro, que es una transformación de la tierra, yo puedo traer agua con mucha facili-dad. Pero si derramo agua directamente sobre un montón de tierra, el montó absorbería el agua, y mi esfuerzo sería inútil”.

A diferencia de los mayavadis, los Vaisnavas, como madre Saci explicó, presentan una realización de la verdad espiritual totalmente práctica y lógica. Ellos también acepta que todo es uno pero sólo en el sentido de que todo es energía de la Suprema Personalidad de Dios. Este mundo material, siendo Su energía inferior, es uno con Él. Pero las variedades dentro de esa energía, aunque tempo-rales, no son ilusorias. En cuanto a nosotros, somos manifestaciones individuales eternas de la energía espiritual superior del Señor. Por lo tanto, somos uno con Dios en cualidad. Pero argumentar, como hacen los mayavadis, que somos Dios en plenitud sería simplificar de una forma muy grosera.

El Vaisnava sabe que las variedades materiales tienen valor práctico en el servicio devocional a la Persona Suprema. Con un pote de barro, podemos traer agua para lavar el templo, la iglesia o mez-quita del Señor (o, en el caso de madre Saci, para bañar al Señor directamente). Y con arroz y otros alimentos podemos preparar diversos platos, ofrecerlos al Señor, y usar los remanentes de la ofrenda para nutrir nuestros cuerpos y fortalecerlos, para ocuparnos en la ilimitada variedad de actividades devocionales puras.

Los mayavadis, por otro lado, consideran al servicio devocional como la ocupación de los ignoran-tes. “¿Por qué servir a Dios?”, dicen ellos. “Tú eres Dios”. Para ellos, el agua, la tierra, la comida, nuestros cuerpos físicos, y todas las otras manifestaciones materiales son ilusorias y, por lo tanto, carecen de valor práctico. Como ven a todas las formas y personalidades como ilusorias, consideran incluso al Señor Supremo como ilusorio. Todo es ilusión, afirman ellos, menos su tonta filosofía.

En esa simple actividad infantil de comer tierra –y defender dicha comida– el Señor Caitanya paro-dió y permitió a Su madre derrotar la doctrina filosófica del monismo, que representa una seria amenaza para todas las creencias religiosas que aspiran a una relación amorosa con Dios. Poste-riormente, Caitanya explicaría que la filosofía mayavadi es peor que el ateísmo, pues niega bajo el disfraz de la enseñanza espiritual, a la Suprema Personalidad de Dios y el valor eterno de la devo-ción por Él.

Todos los pasatiempos de la infancia del Señor Caitanya poseen similar profundidad. Ya un poco mayor, iba a la orilla del Ganges e impacientaba a algunas jóvenes muchachas que se reunían allí. De acuerdo con la costumbre védica, las muchachas de entre diez y doce años adoran al Señor Siva, orando para tener un buen esposo en el futuro. El Señor Siva es el poderoso semidiós encargado de la disolución final del universo y, además, un pacífico devoto de la Personalidad de Dios, el Señor Krishna. Las jóvenes a la orilla del Ganges, entonces, oraban para que el Señor Siva les diera un marido que fuese como él, tanto pacífico como poderoso.

El Señor Caitanya Se sentaba con las jóvenes interrumpiendo su adoración, arrebatando para Sí las guirnaldas de flores, la pasta de sándalo, las frutas y los dulces que estaban siendo ofrecidos al Se-ñor Siva. “Adórenme a Mí”, exigió. “Yo les daré buenos maridos y otros beneficios. El Señor Siva y su esposa, la diosa Durga, son Mis siervos subordinados”.

Con Su comportamiento jovial, el Señor Caitanya señalaba un punto importante. Hay una mala comprensión por parte de algunos estudiantes de religiones orientales que piensan que la tradición védica es politeísta y que, por ende, los seguidores del movimiento para la conciencia de Krishna adoran a varios dioses. Pero esto no es verdad. Según la literatura védica, todos son siervos de la Suprema Personalidad de Dios, el Señor Krishna. Dentro del universo, algunos de los siervos más elevados del Señor recibieron poder para encargarse de la administración universal, y dichas entida-des vivientes poderosas son conocidas como semidioses. El Señor Siva, como mencionamos, tiene la responsabilidad de destruir; el Señor Brahma conduce la creación, y millones de otros semidioses presiden los demás sectores universales, como la luz solar, el agua, el fuego, el viento y la lluvia. Los semidioses son todos grandes devotos del Señor, trabajando bajo Su supervisión. Ellos son con-troladores, así como nosotros en cierto grado, pero ellos no son iguales al Controlador Supremo.

En el Bhagavad-gita, el Señor Krishna afirma que aquellos que adoran a los semidioses perdieron la inteligencia. Aunque sea un hecho que los semidioses pueden conceder beneficios materiales a sus adoradores –el Señor Siva puede ser adorado a cambio de un buen esposo– dichos beneficios deben ser, en primera instancia, sancionados por el propio Krishna. Entonces, ¿por qué no adorar directa-mente a Krishna? Esa es la decisión inteligente que debemos tomar. Es eso lo que la literatura védica nos incentiva a hacer, y es eso lo que el Señor Supremo en persona está pidiendo, no sólo a las jóvenes muchachas a la vera del Ganges, sino a todos nosotros.

Todas las entidades vivientes, incluyendo a los semidioses, son partes y porciones de Krishna y, por lo tanto, es nuestra posición constitucional servirlo y adorarlo. Haciéndolo, gradualmente nos aproximamos a la vida eterna y bienaventurada en la morada trascendental de Krishna. Dicho bene-ficio es un beneficio ansiado incluso por los semidioses, un beneficio que ellos mismos no pueden conceder a sus adoradores.

En comparación con los semidioses que controlan aspectos importantes de la manifestación cósmica, los seres humanos son insignificantes e impotentes; así, en cierto sentido, es natural que el hombre adore a los semidioses. Incluso adoramos a personalidades poderosas y opulentas de este planeta, entonces, ¿por qué no a los semidioses? Sin embargo, en comparación con el Señor Krishna, grandes semidioses como el Señor Siva son insignificantes, puesto que su poder es derivado del poder de Krishna. Si tienes tan sólo un dólar, mil dólares parece mucho dinero, pero para un multimillonario, mil dólares es apenas un centavo. Similarmente, en comparación con el Señor Krishna, los semidioses –para no hablar de los hombres poderosos de este mundo– son apenas un centavito.

Ciertamente, los seguidores del movimiento para la conciencia de Krishna creen en los semidioses y les ofrecen el debido respeto. De hecho, ellos ofrecen respeto a todas las entidades vivientes, vién-dolas a todas como siervos del Señor Krishna. Pero ellos adoran y aman únicamente a la Persona Suprema, siguiendo Su instrucción del Bhagavad-gita de abandonar todas las variedades de adora-ción y simplemente rendirse a Él.

Así como en Su pasatiempo de comer tierra, el Señor Caitanya, inquietando a las jóvenes, estableció un principio religioso que se aplica a todos lo que desean complacer al Señor Supremo y desenvolver una relación amorosa con Él. El Señor Caitanya no favorece una religión en detrimento de otra; al contrario, Él enseñó la eterna ciencia no-sectaria de la realización de Dios. Así como el estudio de las ciencias ordinarias está abierto a cualquier persona, al margen de su nacionalidad o credo, de la misma forma, la ciencia de la conciencia de Krishna enseñada por el Señor Caitanya y Sus segui-dores está abierta a todos. Y funciona para todos. Dos más dos es igual a cuatro, no importa la pro-cedencia geográfica, filosófica o religiosa.

Por lo tanto, el Señor Caitanya no es una figura sectaria. Él es, como indican las escrituras védicas, la Suprema Personalidad de Dios cumpliendo el papel de Su propio devoto para enseñarnos amor por Dios. Él es como la maestra de primaria que, para instruir a sus nuevos alumnos, se sienta con ellos y finge estar aprendiendo a escribir las letras del alfabeto.

Tal vez la manera más fácil de entender la naturaleza no sectaria de las enseñanzas del Señor Cai-tanya sea examinar Su enseñanza primordial, que señala que la manera más efectiva de adorar a Dios en esta era de disputas y desavenencias es cantando Sus santos nombres. El Señor Caitanya cantó especialmente el mantra Hare Krishna, pero enseñó que todos los nombres del Señor mencionados en las grandes escrituras del mundo tendrán el mismo efecto purificante y liberador en el recitador sincero. ¿Quién podría objetar tal sublime y no sectaria instrucción? Las personas de cualquier fe religiosa, incluso mientras ejecutan sus actividades domésticas o laborales, pueden perfeccionar sus vidas por cantar constante y devocionalmente los nombres de Dios con los cuales están familiariza-dos.

Como un niño, el Señor Caitanya enseñó ese principio fundamental a Su familia y vecinos, aún antes de poder caminar o gatear. Como todos los niños, Él lloraba y requería atención constante. La atención que el Señor requería, sin embargo, era un tanto inusual. Sin importar lo que Su madre y las otras mujeres de la vecindad hicieran para calmar Su llanto, Él continuaba llorando hasta oír el canto de los nombres de Krishna. Tan pronto las mujeres cantaban, Él se calmaba y miraba hacia ellas con Sus bellos ojos, ahora tranquilos. Con el tiempo, comprendí lo que el bebé dorado quería: las mujeres constantemente cantaban y aplaudían, haciendo de la casa del Señor y de toda la vecindad el espacio de un constante festival de música trascendental. Como los vecinos del Señor Caitanya, podemos todos adherir al canto de los santos nombres de Dios y, así, recibir la mirada misericordiosa del Señor sobre nosotros.


Traducción por Bhagavan Dasa (DvS)
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