OLOR A TIERRA MOJADA.
Introducción. Que la vida sea un regalo, o que se convierta en una horrorosa
pesadilla, no depende tanto de las circunstancias externas que nos toque vivir,
sino de la forma y del espíritu con que afrontamos diariamente la realidad que
nos espera. Hay personas que en ambientes hostiles y difíciles, sacan de sí
mismas la luz, la fuerza y la energía que embellecen la oscuridad. En cambio hay
personas, familias, ciudades y países, que sin una verdadera causa que lo
justifique, son tremendamente tristes y desgraciadas. Cuando nuestra petición
al Señor es que nos aumente la fe, le estamos pidiendo que nos enseñe a vivir
confiando en Él, en el amor y en la confianza, depositados en aquel que nos
acompaña y que nos guía, y nos sirve para explicar esa diferencia tan grande
que tenemos para afrontar las mismas realidades de formas tan diferentes. "Quien
tiene al Hijo tiene la vida. Quien no tiene al Hijo no tiene la vida". 1ª
Jn 5,12.
"De donde la arrastrada serpiente saca
veneno , la laboriosa abeja saca miel". De las mismas circunstancias
un optimista se emociona con todo y se sorprende con todo. Como el niño del
anuncio televisivo que grita eufórico porque le han regalado ¡¡¡un palo!!!, y
lo proclama como si tuviera todos los problemas solucionados de por vida. Y un
pesimista, frente a las grandes oportunidades que la vida le oferta, siempre
verá lo negativo, los peligros que corre, las posibles desgracias que se
ciernen sobre él. El fundamento de nuestra alegría y de nuestra esperanza no
puede ser sólo que nos lo propongamos. La autoayuda y la motivación no basta.
Me puedo convertir en un lector asiduo de libros de mentalidad positiva, de
cómo ser un triunfador en 3 días, como aumentar mi autoestima, y cómo ser una
persona feliz, dichosa y alegre. Pero si no nace de las profundidades del
diálogo amoroso con Otra persona, se pueden quedar en consejos buenísimos pero
impracticables. Nuestras vidas no pueden
depender de lo que digan de nosotros los astros, o las cartas. Nuestro
pensamiento positivo nace de acoger con alegría la palabra que Dios nos dirige
de forma personal y que necesitamos escuchar.
Lo que Dios nos dice. "El
que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel prudente
que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque
estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone
en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena.
Cayó la lluvias, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron
contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande". Mt 7, 24-27.
Las
mismas dificultades, las mismas decepciones, los mismos palos que a todos nos
pega la vida, a unas personas les hacen sacar lo peor de ellas, el rencor, el
deseo de venganza, las críticas más mordaces y negativas, la decepción como
bandera de vida, y el no volver a confiar en nadie. Y eso mismo, en corazones
habitados por el Señor, se convierte en experiencia igual de dolorosa, y de
triste, pero aparecen nuevos registros, la misericordia, la compasión, el
conmoverse frente a la falta de amor, el no criticar las tinieblas sino
encender una luz. El saber que donde falta el amor, si se pone amor, se podrá sacar
amor. El volverlo a intentar, el volver a oler profundamente la tierra, detrás
de la tormenta y saborear el olor a tierra mojada. Sabiendo que cada día tiene
su propio afán.
"Por
eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni
por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que
el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no
siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre del cielo los
alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de
agobiarse, podrá añadir una hora al
tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los
lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su
fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si la hierba, que hoy está en el
campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por
vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o
qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas
cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad
sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo lo demás se os dará por
añadidura. Por tanto no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su
propio agobio. A cada día le basta su propio afán". Mt 6, 25-34.
Valemos mucho más que los pájaros, que los lirios, porque Dios nos
considera lo más valioso que hay. Y nos cuida, y nos regala vivir lo que en
cada momento necesitamos. Aunque a veces nos cueste entender el porqué.
"Mirad
que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡ Lo somos!
El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos
de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se
manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es". 1ª Jn
3, 1-2.
Cómo podemos vivirlo.
Pues inaugurando cada día nuestra capacidad de sorprendernos. No todos los días
son iguales, ni las semanas, ni los años. Las personas estamos en un permanente
cambio, en crecimiento. No puedo acostumbrar a mi corazón y a mi mente a la
rutina, a la mediocridad, al perfil bajo de la realidad. Cada día es nuevo,
como nuevas son las personas con las que me encuentro. Como nueva puede ser mi
mirada sobre el mundo. Que huele a nuevo, a recién hecho, como mi corazón que
diariamente se pone en marcha gracias a la caricia nueva, y al beso delicado
que Dios me da.
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